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Hacia la pintura por la palabra (II)

“¿No era ello, el verbo, lo que siempre se ha pintado – lo que siempre se ha intentado pintar? ¿Qué, sino esa voz que nombra el mundo, en lo trazado por el pincel se imaginaba haber?”

José Luis Brea. Idea de claridad: la voz de la pintura. En “El cristal se venga”.

“Existen buenas razones para que todo lo que vemos en la naturaleza exterior sea ya en nosotros escritura, algo así como una especie de lenguaje de signos que, sin embargo, carece de lo más esencial, la pronunciación, la cual el hombre debe haberla recibido de alguna otra parte”

Franz von Baader. Citado en “El origen del Trauerspiel alemán” de Walter Benjamin.

Si, hay una vuelta a la pintura, pero por que no habría de haberla. Mas allá de su condición de objeto único, favorable en el sistema del arte como elemento de especulación y símbolo de poder, la pintura per se es ejemplo emblemático de una “pulsación estilística” que puede extrapolarse, en las artes y en general, como una forma de extensión táctil hacia el mundo y la organización de sus signos. Esta pulsación estilística es el modo en que los hombres se hacen uso de las artes y sus técnicas para nombrar, a su manera, lo que contemplan y lo que sienten, con la voluntad -a menudo ilusoria- de que la lectura de lo que en su tarea producen haga sonar en nosotros la “melodía” de la experiencia.

En verdad, cuando uno pasa por alto los efectos representacionales de una pintura y mira con atención la pura superficie pictórica, deja de buscar la imagen para encontrarse con procedimientos de inscripción más cercanos a la producción de trazo de la escritura. Es en realidad esta pulsación estilística de la mano – o sus formas intencionales de ocultarla-  la que nos interesa como creadores en tanto en que partitura técnica, pero también en tanto como ejercicio alegórico de apelación a un cuerpo que se quiere nombrar, a un verbo, como lúcidamente detectó José Luis Brea. La imagen como totalidad o compendio de formas es indudablemente útil para un analista de los símbolos, para un historiador de las formas de representar el mundo. Pero todo estudio de la imagen es incompleto si pasa por alto la condición escritural de las imágenes, el modo particular (apelativo) con el que el pintor aplica pigmento en superficie con la voluntad de nombrar lo real. Las formas de aplicar el pigmento, de inscribir, de cortar, de borrar, de cerrar o dejar abierto el poro del lienzo, etc… constituyen la gramática de un procedimiento alegórico con el objeto de nombrar la experiencia y que solo algunos pintores -independientemente de su virtuosismo o “genética visual”- son capaces de dominar y a los que podemos llamar Maestros. Representar no es para ellos simplemente una traducción de la imagen mental en el lienzo sino una reproducción otra del lenguaje de las formas, una manera de expresar comprensión de los efectos que la realidad de las formas produce en el momento en el que “los objetos nos perciben” (Paul Klee. Diarios).

Una exposición retrospectiva de la obra del Maestro de la pintura Giorgio Morandi en David Zwirner Gallery de Nueva York[i] revela este proceso ya no de captura sino de aprendizaje y puesta en acción de la gramática de lo visual. El uso por parte de Morandi de los mismos referentes: botellas, vasijas, etc. y el hecho de que muchas de ellas fueran simples maquetas de fabricadas como “dummies”, meros moldes sin mas función que la de servir como modelos, nos da a entender cómo la realidad en muchas ocasiones no sirve como referente, está tan contaminada por un uso práctico que impide ver la condición escritural del mundo de los artefactos. El término pictórico “naturaleza muerta” se encuentra aquí definido con precisión: una colección de objetos que han fallecido como elementos prácticos del mundo para destinarse al trabajo pictórico. Para Morandi el hecho de la repetición de los mismos objetos, en diferentes configuraciones y proximidades, denota que hay una supresión de lo simbólico, del elemento “vanitas”. Una voluntad de comprender lo real y reescribirlo en el lienzo, como la escritura de una partitura que, ejecutada – en su propia realización, pero también en las huellas que permiten apreciar su recorrido-, se convierte en experiencia.

Esta “gramática de lo visual” se observa quizá con mayor claridad en los pliegues de las formas, en la línea rota que explica el volumen imperfecto de una vasija o una pieza de fruta, en la transición de un claroscuro… Los mejores pintores, los Maestros, no son entonces quienes hacen gala del hiperrealismo y sus formas de “esconder la mano” sino quienes permiten e incluso utilizan la torpeza, el tartamudeo de nuestras formas de representar. Es ahí donde se hacen mas patentes las maneras de hacer visible o de ocultar nuestro deseo de nombrar lo real, de escribirlo alegóricamente como una llave que nos da acceso a una experiencia profunda más allá de la retina, a una experiencia de conocimiento.

[i] Giorgio Morandi. Zavid Zwirner Gallery. Nueva York. 6 de Noviembre a 19 de Diciembre del 2015

Notas sobre el género y el estilo en el arte.

Los géneros son pobres medidas de catalogación y archivo. A medida que profundizamos tendemos a prescindir de ellos. Tal vez porque nos hacemos mas específicos con lo que queremos y con lo que necesitamos para conseguirlo.

Un artista consume los géneros del arte de un modo creativo. No importa que sea un dibujo o una pintura, un cuadro o una exposición,  una frase o una novela, no importa la época o el autor; el artista necesita materia conceptual, ¡ideas! –  alimento para construir su propio discurso.

Son los usos conceptuales y emocionales de las obras lo que le dan sentido al arte – La mera contemplación es solo otra forma de turismo.

Una o dos frases componen un aforismo y muchas mas hacen un volumen filosófico. El artista coge lo que quiere y hace lo que quiere con ello. Solo si no se sabe lo que quiere se tiene un problema.

Hay momentos en que se hace completamente necesario tomar el todo, toda la obra de un autor y en otras ocasiones una mera cita, un cuadro, un dibujo o incluso una línea es suficiente. Un simple punto puede abrirnos camino hacia todo un universo.

Cuando el artista busca, se prepara, tiene que acariciar la información disponible, como el DJ que pasa la mano por el lomo de los vinilos hasta encontrar lo que busca. Pero en cierto momento también tiene que saber morder, agarrar la presa. Artista es aquel que quiere acariciar pero también morder la información para conseguir cachos jugosos de alimento.

No es necesario ser un artista para seguir esta dieta rigurosa pero todo el que la sigue se convierte en uno. Tampoco todo es acariciar ni todo es morder, hay un orden de eficiencia, lo importante es siempre conseguir lo que uno quiere, y no parar hasta conseguirlo.

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El estilo es el modo en que dejar que las cosas sean expresadas a través de uno mismo. Es dejarse atravesar por la realidad, no intentar atravesar la realidad.

Cuando el artista inscribe con su mano cualquier superficie, cuando “junta” dos piezas en una instalación, incluso cuando conecta dos ideas en un orden conceptual, está creando una conexión entre la realidad y él mismo, está dejando ser a lo real a través de su propia percepción.

“El estilo debe mostrar que uno cree en sus pensamientos, no sólo que los piensa, sino que los siente” Nietzsche

Para conocer y definir el estilo hay que reconocer una continuidad en estas formas de contacto. Cuando se percibe esta continuidad y repetición se puede determinar un carácter de estilo. Es entonces cuando nuestro trabajo evoluciona ya que nos situamos justo en el punto de contacto y no en uno de los dos lados: Realidad <—- > Yo.