August 4, 2013 El miedo hacia un cambio ideológico Publicado originalmente en SalonKritik Hablar de Nueva York no equivale a hablar de Estados Unidos y desde luego no es quizás el punto de referencia acerca de cómo se ve afectado este país por la crisis económica, pero sí es la referencia fundamental del modelo de producción neoliberal americano que sitúa a cualquier potencial económico en un mismo campo de juego. Como en todo ejercicio lúdico, quien tiene más experiencia juega con ventaja y quien es capaz de trabajar en equipo de la manera más óptima gana el partido. Pero hay otras tácticas que son claves como la planificación a largo plazo, establecer una formación específica para cada foco de producción o desarrollar una red fiable de contactos. Si abrimos el NY Times vemos que las noticias que aparecen en primera plana tienen casi siempre un sesgo económico práctico relativo al pago de impuestos, la bolsa o los límites de gasto cumplidos o no por los partidos políticos. Casi nunca vemos cómo la polémica sobre un posible caso de corrupción ocupa repetidas jornadas la primera plana de los periódicos, tal vez porque saben que la corrupción no es una cuestión de partidos sino de personas y que, al margen de que la ley actúe con todo su peso judicial, el público no va a encontrar en esas noticias información alguna que le ayude a estar simplemente informado de cómo puede desarrollar su vida con mayor eficacia y prosperidad o fomentar una conciencia política que le mantenga “al día” y le dé voz a la hora de activar cambios oportunos en los modelos de gobierno. Por ahora en España la única voz que poseen los ciudadanos es estadística, basada en encuestas globales que hacen oscilar las expectativas políticas muy a corto plazo. La prensa por lo tanto tiene el poder de balancear la opinión a su antojo con noticias que nunca dan medios para conocer sino medios para opinar acerca de cuestiones que, sin dejar de ser importantes (El caso Gürtel, la Ley Sinde, la mala gestión de la crisis…), no activan los cambios políticos de un modo directo sino de un modo espectral, como el mero índice de opinión con el que cuentan los políticos a la hora de hacer sus cábalas electorales y que utilizarán una y otra vez como elemento de poder fantasma. En la misma línea nos preguntamos, sin tener respuesta convincente, por qué en España hay tantos estudiantes cualificados en el paro. Quizá la respuesta sea otra pregunta, ¿cualificados para qué? ¿Existen o se generan los trabajos para todos esos profesionales que salen cada año de la Universidad? ¿Son realmente profesionales o más bien proto-profesionales a la espera de que se genere un puesto de trabajo en el que puedan encajar? Constatamos como la formación es muy a menudo solo una cuestión de baremo, de corte, que excluye por ejemplo a los no licenciados sin importar en qué están realmente preparados. Pensemos seriamente cuánta gente que ha aprobado una oposición tiene estudios universitarios relativos a su trabajo y si no es la oposición en sí la formación específica que les prepara para el futuro trabajo, ¿no debería ser al revés? En los Estados Unidos hay una desprotección social si se quiere de los ciudadanos pero sí que existe una protección de sus derechos profesionales, cada ciudadano es una empresa que debe de gestionar inteligentemente sus recursos y capacidades si quiere tener la mínima oportunidad de éxito. Es quizá un modelo duro pero prácticamente garantiza que quien trabaja duramente consiga prosperar. No solamente a la hora de aprobar un examen sino en todo momento; no se puede bajar nunca la guardia a riesgo de que puedas perder tu puesto de trabajo. Parece lógico que –con una flexibilidad razonable- uno dé el 100% cuando trabaja del mismo modo que da el 100% cuando no tiene que trabajar. El mundo está cambiando de un modo drástico, tal vez a peor, pero eso es sólo una cuestión de perspectiva. Lo que es cierto es que fenómenos como la polémica sobre la Ley sobre la propiedad intelectual anticipan nuevos modelos de producción y de consumo a los que España no se está sabiendo adaptar o lo hace de un modo extremadamente lento. La protección de los derechos sociales está muy bien pero no a costa de toda posibilidad de evolución. El desarrollo de modelos alternativos de producción pero también de disfrute es una tarea ineludible que países como España tendrán que hacer frente cuanto antes si no quieren (si no queremos) llegar a supuestos mucho más dramáticos que nos parecen aún lejanos pero son posibles, todo es posible. Tal vez se acabó el tiempo de la siesta y las incontables paraditas para tomar el café o fumar el cigarrillo, placeres sencillos y muy respetables pero que sencillamente son incompatibles con la productividad y quizás contraproducentes para nuestros modos de organización del tiempo. Puede que la calidad de vida deje de ser un bien que heredamos para convertirse en algo que tenemos que conquistar con trabajo duro. Es hora de un afrontar el cambio ideológico, de abrazar sin miedo el futuro que ya está aquí (Auserón dixit) y no hay quien lo pare. Cultura Nueva York SalonKritik cambioEspañaideologia