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Lenguaje maestro y poder de representación.

La Real Academia de la Lengua cumple un papel ilustrado, enciclopédico, regulatorio y normativo. Es maestro en un sentido pedagógico, más o menos condicionado por componentes antropocéntricos, xenófobos, colonialistas etc. propios de los usos de la lengua en sí. Pero son esos usos – en la cual cumplen cierto papel legitimador instituciones con repercusión en la normativización y regulación de una lengua como pueden ser la Alianza Francesa, El instituto Goethe o El Instituto Cervantes, financiadas en su mayor parte por el Estado- los que plantean una cuestión claramente soberanista. Es entonces en última instancia el Estado el que asienta las bases de una regulación efectiva de la capacidad significante del lenguaje y que confirma su clara univocidad -sus líneas maestras-  a través del poder del lenguaje de la ley. Opera en este sentido como un simplificador de los representamenes de la palabra, un denominador común de los mismos en la pretensión de establecer un código inequívoco que aplique sanción a ciertos representámenes – ofensivos-  del lenguaje. 

“Es precisamente a este poder del lenguaje legal aquello a lo que nos referimos cuando exhortamos al Estado a ejercer la regulación del lenguaje ofensivo. El problema, entonces, no es que la fuerza del soberano performativo esté mal, sino que cuando es utilizado por los ciudadanos está mal, y que cuando el Estado interviene sobre ello está, en estos contextos, bien.” Judith Butler. Soberanía y actos de habla performativos 

Parafraseando a Butler, ley requiere y facilita una conceptualización de la injuria en relación a un sujeto culpable. El problema con la subjetivación del lenguaje es que separa el componente ideológico del individuo – su capacidad de representar y proyectar mundo a su medida, lo que lo hace en realidad un problema político, colectivo –  para convertirlo en un problema individual en el que el sujeto es tratado como una amenaza al orden social y se ve marginalizado por poner en cuestión el chantaje implícito que constituye la imposición de un determinado orden ideológico a la palabra.

Butler lo explica magníficamente: “es como si el propio poder del Estado hubiera sido expropiado, delegado a sus ciudadanos, y el Estado entonces re-emerge como un instrumento neutral al que recurrir para protegernos de otros ciudadanos, que se han convertido en emblemas revividos de un (perdido) poder soberano.” El uso de consignas con componente ideológico – político- demuestra que el sujeto es capaz de discernir entre lo individual y lo colectivo y establecer una reclama legítima de un proceso de construcción ideológico determinado, alternativo al existente.  Por otra parte, la aplicación de la ley como “lenguaje maestro” – guiado por unos railes de representacion determinados – para la penalización de una visión ideológica es propio regímenes totalitarios y en ningún caso debería de contemplarse en regímenes democráticos. Sin embargo en España se han visto recientemente ejemplos de penalización del usos linguísticos en forma de cita o acto de habla colectivo que usa lenguaje “lícito” pero subjetivado para encontrar una transgresión individual que pretende transgreder los márgenes determinados por el lenguaje maestro. Encontramos algunos ejemplos muy mediáticos de esta penalización en el chiste del concejal Guillermo Zapata, más recientemente la causa contra Rita Maestre o el famoso caso – por inaudito – de los titiriteros.

Un ejemplo claro de la impunidad del lenguaje del Estado frente a la punibilidad del lenguaje individual lo podemos ver en el escrito fiscal a la causa contra Rita Maestre: “Es obvio que las señoritas están en su derecho de alardear de ser putas, libres, bolleras o lo que quieran ser, pero esa conducta realizada en el altar, espacio sagrado para los católicos al encontrarse allí el Sagrario, lugar donde según sus creencias se encuentra su Dios, implica un ánimo evidente de ofender”. (Fuente: Público)

Lo que el fiscal encuentra como “ánimo evidente de ofender” otros pueden entenderlo como reclama legítima de soberanía lingüística. En todos estos casos, y en todo uso del lenguaje de oposición hay una voluntad ideológica, colectiva, de desviar al lenguaje de su proceder hegemónico, sometido a márgenes de control. El desplazamiento del lenguaje que desvía a la palabra de su ejercicio maestro, como ley, como discurso paterno y base de la gramática, propone como alternativa el verbo, la acción pura. Es un fenómeno de acción que todo reaccionarismo pretende controlar, mantener dentro de la literalidad de un código y peor aún, de su interpretación arbitraria que pueda ser usada como herramienta punitiva y sancionadora. Este lenguaje maestro, que empobrece y restringe la autorregulación ética del lenguaje por la sociedad, convierte a una lengua y a su manera de usarla en una forma de institución totalitaria que nos recuerda mas a la estructura represora y alienante de El Proceso de Kafka donde los individuos estan completamente desprovistos de poder de representación. 

Conquistarnos no más

Publicado originalmente en SalonKritik

Tal vez sea necesario mirar de una vez por todas a Latinoamérica sin el acostumbrado complejo de superioridad de los países que llamamos desarrollados. Más concretamente, habría que abandonar el paternalismo con el que desde España se mira a los países que comparten la misma lengua como si aquí se albergara el canon y la verdad de la misma. Evoluciones lingüísticas de distinta naturaleza han hecho que el castellano adopte distintas variantes, ninguna original, fijadas a duras penas por la oficialidad de las reales academias, respetables aunque quizá impotentes garantes de la corrección del idioma.

En muchos aspectos poco ha cambiado en nuestra visión colonialista y eurocéntrica del continente americano. Se ve a Latinoamérica bajo el prisma parcial y extremista de los medios de comunicación como un lugar de pobreza, asesinatos y políticas bananeras cuando nuestro país no es un modelo de impecabilidad política ni mucho menos; quizá ningún país lo sea. Como ilustrados europeos, la pobreza o incompetencia ajena alimenta nuestros instintos autocomplacientes y respiramos aliviados de vivir en un lugar donde los derechos humanos se respetan, o eso parece. Pero los nuevos tiempos de crisis empiezan a esbozar un panorama que evidencia la fragilidad de los modelos de prosperidad y abre una época en la que nuevos mapas geopolíticos habrán de trazarse.

Como sabemos, especialmente en una época de especulación tan extrema, el valor no es un hecho por sí mismo, ha de ser creado. En tal tarea un proceso doble de inhalación y exhalación es necesario, captar lo más interesante y operativo de las culturas que compartimos idioma y mezclarlo sin miedo, ya que en el miedo de mezclar tradición perdemos experiencia. Es hora de mirar sin complejos y aprender de una cultura tan flexible que ha sido capaz de sobrevivir a pesar de la masacre y el horror y que ningún imperio cultural, ni siquiera el norteamericano ha sido capaz de dejar atrás. Poseedora de unas tradiciones que proponen un conocimiento diferente, no tan enfocado a la explotación de los recursos sino más a su conservación y desarrollo, algo que sin duda es el nuevo paradigma al que hemos de hacer frente y tal vez el punto de partida ético en la búsqueda del nuevo Dorado del conocimiento.

Latinoamérica está en nosotros y nosotros en ella. Lo queramos o no, en una situación excepcional, un mismo idioma une más que un mismo color, bandera o estatus social. En cualquier caso, se debería de mirar a Latinoamérica no bajo unas coordenadas de solidaridad (o no sólo) sino de trabajo, de puro y llano trabajo; de mercado si se quiere. Léase aquí una crítica a la incompetencia sistemática de España a la hora de aprovechar las pocas chances que el mercado ofrece para proponer imágenes y dinámicas de producción con influencia a nivel global. Nunca ha habido tantos medios para explotar las dinámicas de mercado y aun así no hay empresas, museos o instituciones que sepan explotar el potencial del inmenso imaginario de la cultura hispánica proyectándolo al exterior. Es innegable que muchas exposiciones en España sobre arte latinoamericano, desde el Reina Sofía (Principio Potosí), la del Musac (Pensar Latinoamérica) o la reciente América fría de la Fundación Juan March entre otras, además de algunos congresos, simposios, etc. Pero faltan proyectos donde Latinoamérica y España se proyecten, juntas por fin, hacia el mundo con toda la potencia que contienen. Ya que si nuestras identidades son distintas, la alianza, el trabajo conjunto más crítico y menos autocomplaciente, en un entorno global podría ofrecer resultados espectaculares.

EL CINE ESPAÑOL

Publicado originalmente en SalonKritik

El cine español; estas tres palabras se han convertido en los últimos tiempos en una especie de eslogan o nombre de entidad, tipo La seguridad social, que hace referencia a una serie de productos culturales cinematográficos subvencionados por el estado en su apuesta por sacar algún tipo de beneficio tangible de la Cultura: cifras, índices de audiencia, ingresos. No en vano se le dota del segundo mayor presupuesto nacional, después del dedicado a los museos –que gracias al turismo se puede considerar un valor seguro.

Observamos también como, en su apuesta por otorgar identidad nacional al medio, de alguna manera se nos quiere hacer pensar que el cine español es algo importante, algo que nos ayuda, en lo que debemos de creer y que debemos fomentar porque es nuestro, nuestra manera de contar las cosas, nuestra idiosincrasia y nuestra cultura. Algunos van más allá aún y pronuncian las tres palabras como si tuvieran la relevancia intelectual de otras tres palabras mucho más inolvidables, pero no por ello menos comerciales: La nouvelle vague.

Pero el cine español no es un movimiento, nunca lo ha sido y dudo seriamente que se pueda poner esa etiqueta a algo que no sea la fría denominación de un sector del presupuesto dedicado a la cultura, altamente privilegiado por cierto. Es más bien en esa responsabilidad –la económica- en la que quizá deberían de pensar los cineastas a la hora de hacer las películas y no en la que Alex de la Iglesia se refiere en el discurso pronunciado en los últimos premios Goya: “Tenemos que pensar en nuestros derechos, por supuesto, pero no olvidar NUNCA nuestras OBLIGACIONES. Tenemos una RESPONSABILIDAD MORAL para con el público.”

http://www.elpais.com/articulo/cultura/Discurso/integro/Alex/Iglesia/entrega/Goya/elpepucul/20110213elpepucul_9/Tes

“La responsabilidad moral” Si Luis Buñuel estuviese vivo no se como actuaría ante tal afirmación pero me lo imagino. Estoy seguro que la responsabilidad moral no era precisamente lo que les preocupaba a él y a Salvador Dalí cuando trabajaron en la realización de Un perro andaluz, que sigue siendo una de las obras claves del cine internacional y de cuyas rentas sigue viviendo “el cine español”.

Buñuel realizó buena parte de sus películas en el extranjero con financiación extranjera pero sigue siendo cine español. La cultura de España parece que no acaba de entender que intentar crear una identidad por la fuerza resulta algo perjudicial y que es sin embargo la diversidad y la condición nómada de las ideas las que otorgan riqueza al patrimonio cultural.

El miedo hacia un cambio ideológico

Publicado originalmente en SalonKritik

Hablar de Nueva York no equivale a hablar de Estados Unidos y desde luego no es quizás el punto de referencia acerca de cómo se ve afectado este país por la crisis económica, pero sí es la referencia fundamental del modelo de producción neoliberal americano que sitúa a cualquier potencial económico en un mismo campo de juego. Como en todo ejercicio lúdico, quien tiene más experiencia juega con ventaja y quien es capaz de trabajar en equipo de la manera más óptima gana el partido. Pero hay otras tácticas que son claves como la planificación a largo plazo, establecer una formación específica para cada foco de producción o desarrollar una red fiable de contactos.

Si abrimos el NY Times vemos que las noticias que aparecen en primera plana tienen casi siempre un sesgo económico práctico relativo al pago de impuestos, la bolsa o los límites de gasto cumplidos o no por los partidos políticos. Casi nunca vemos cómo la polémica sobre un posible caso de corrupción ocupa repetidas jornadas la primera plana de los periódicos, tal vez porque saben que la corrupción no es una cuestión de partidos sino de personas y que, al margen de que la ley actúe con todo su peso judicial, el público no va a encontrar en esas noticias información alguna que le ayude a estar simplemente informado de cómo puede desarrollar su vida con mayor eficacia y prosperidad o fomentar una conciencia política que le mantenga “al día” y le dé voz a la hora de activar cambios oportunos en los modelos de gobierno.

Por ahora en España la única voz que poseen los ciudadanos es estadística, basada en encuestas globales que hacen oscilar las expectativas políticas muy a corto plazo. La prensa por lo tanto tiene el poder de balancear la opinión a su antojo con noticias que nunca dan medios para conocer sino medios para opinar acerca de cuestiones que, sin dejar de ser importantes (El caso Gürtel, la Ley Sinde, la mala gestión de la crisis…), no activan los cambios políticos de un modo directo sino de un modo espectral, como el mero índice de opinión con el que cuentan los políticos a la hora de hacer sus cábalas electorales y que utilizarán una y otra vez como elemento de poder fantasma.

En la misma línea nos preguntamos, sin tener respuesta convincente, por qué en España hay tantos estudiantes cualificados en el paro. Quizá la respuesta sea otra pregunta, ¿cualificados para qué? ¿Existen o se generan los trabajos para todos esos profesionales que salen cada año de la Universidad? ¿Son realmente profesionales o más bien proto-profesionales a la espera de que se genere un puesto de trabajo en el que puedan encajar? Constatamos como la formación es muy a menudo solo una cuestión de baremo, de corte, que excluye por ejemplo a los no licenciados sin importar en qué están realmente preparados. Pensemos seriamente cuánta gente que ha aprobado una oposición tiene estudios universitarios relativos a su trabajo y si no es la oposición en sí la formación específica que les prepara para el futuro trabajo, ¿no debería ser al revés?

En los Estados Unidos hay una desprotección social si se quiere de los ciudadanos pero sí que existe una protección de sus derechos profesionales, cada ciudadano es una empresa que debe de gestionar inteligentemente sus recursos y capacidades si quiere tener la mínima oportunidad de éxito. Es quizá un modelo duro pero prácticamente garantiza que quien trabaja duramente consiga prosperar. No solamente a la hora de aprobar un examen sino en todo momento; no se puede bajar nunca la guardia a riesgo de que puedas perder tu puesto de trabajo. Parece lógico que –con una flexibilidad razonable- uno dé el 100% cuando trabaja del mismo modo que da el 100% cuando no tiene que trabajar.

El mundo está cambiando de un modo drástico, tal vez a peor, pero eso es sólo una cuestión de perspectiva. Lo que es cierto es que fenómenos como la polémica sobre la Ley sobre la propiedad intelectual anticipan nuevos modelos de producción y de consumo a los que España no se está sabiendo adaptar o lo hace de un modo extremadamente lento. La protección de los derechos sociales está muy bien pero no a costa de toda posibilidad de evolución. El desarrollo de modelos alternativos de producción pero también de disfrute es una tarea ineludible que países como España tendrán que hacer frente cuanto antes si no quieren (si no queremos) llegar a supuestos mucho más dramáticos que nos parecen aún lejanos pero son posibles, todo es posible. Tal vez se acabó el tiempo de la siesta y las incontables paraditas para tomar el café o fumar el cigarrillo, placeres sencillos y muy respetables pero que sencillamente son incompatibles con la productividad y quizás contraproducentes para nuestros modos de organización del tiempo. Puede que la calidad de vida deje de ser un bien que heredamos para convertirse en algo que tenemos que conquistar con trabajo duro. Es hora de un afrontar el cambio ideológico, de abrazar sin miedo el futuro que ya está aquí (Auserón dixit) y no hay quien lo pare.