August 4, 2013November 13, 2013 Conquistarnos no más Publicado originalmente en SalonKritik Tal vez sea necesario mirar de una vez por todas a Latinoamérica sin el acostumbrado complejo de superioridad de los países que llamamos desarrollados. Más concretamente, habría que abandonar el paternalismo con el que desde España se mira a los países que comparten la misma lengua como si aquí se albergara el canon y la verdad de la misma. Evoluciones lingüísticas de distinta naturaleza han hecho que el castellano adopte distintas variantes, ninguna original, fijadas a duras penas por la oficialidad de las reales academias, respetables aunque quizá impotentes garantes de la corrección del idioma. En muchos aspectos poco ha cambiado en nuestra visión colonialista y eurocéntrica del continente americano. Se ve a Latinoamérica bajo el prisma parcial y extremista de los medios de comunicación como un lugar de pobreza, asesinatos y políticas bananeras cuando nuestro país no es un modelo de impecabilidad política ni mucho menos; quizá ningún país lo sea. Como ilustrados europeos, la pobreza o incompetencia ajena alimenta nuestros instintos autocomplacientes y respiramos aliviados de vivir en un lugar donde los derechos humanos se respetan, o eso parece. Pero los nuevos tiempos de crisis empiezan a esbozar un panorama que evidencia la fragilidad de los modelos de prosperidad y abre una época en la que nuevos mapas geopolíticos habrán de trazarse. Como sabemos, especialmente en una época de especulación tan extrema, el valor no es un hecho por sí mismo, ha de ser creado. En tal tarea un proceso doble de inhalación y exhalación es necesario, captar lo más interesante y operativo de las culturas que compartimos idioma y mezclarlo sin miedo, ya que en el miedo de mezclar tradición perdemos experiencia. Es hora de mirar sin complejos y aprender de una cultura tan flexible que ha sido capaz de sobrevivir a pesar de la masacre y el horror y que ningún imperio cultural, ni siquiera el norteamericano ha sido capaz de dejar atrás. Poseedora de unas tradiciones que proponen un conocimiento diferente, no tan enfocado a la explotación de los recursos sino más a su conservación y desarrollo, algo que sin duda es el nuevo paradigma al que hemos de hacer frente y tal vez el punto de partida ético en la búsqueda del nuevo Dorado del conocimiento. Latinoamérica está en nosotros y nosotros en ella. Lo queramos o no, en una situación excepcional, un mismo idioma une más que un mismo color, bandera o estatus social. En cualquier caso, se debería de mirar a Latinoamérica no bajo unas coordenadas de solidaridad (o no sólo) sino de trabajo, de puro y llano trabajo; de mercado si se quiere. Léase aquí una crítica a la incompetencia sistemática de España a la hora de aprovechar las pocas chances que el mercado ofrece para proponer imágenes y dinámicas de producción con influencia a nivel global. Nunca ha habido tantos medios para explotar las dinámicas de mercado y aun así no hay empresas, museos o instituciones que sepan explotar el potencial del inmenso imaginario de la cultura hispánica proyectándolo al exterior. Es innegable que muchas exposiciones en España sobre arte latinoamericano, desde el Reina Sofía (Principio Potosí), la del Musac (Pensar Latinoamérica) o la reciente América fría de la Fundación Juan March entre otras, además de algunos congresos, simposios, etc. Pero faltan proyectos donde Latinoamérica y España se proyecten, juntas por fin, hacia el mundo con toda la potencia que contienen. Ya que si nuestras identidades son distintas, la alianza, el trabajo conjunto más crítico y menos autocomplaciente, en un entorno global podría ofrecer resultados espectaculares. Arte Cultura SalonKritik EspañaLatinoaméricapostcolonial