August 3, 2013August 3, 2013 CAOTICA ANA Y LA COSMOGONIA Publicado en SalonKritik “Mi arte no está en mi pintura, ni en mis dibujos, ni en mi poesía, ni en mis piezas de joyería, mi arte esta en mi… COSMOGONÍA” Salvador Dalí respondía con estas palabras a la absurda pregunta de un periodista bufón en una entrevista televisiva de los años 80 acerca del origen de su arte. “¿No sabe lo que es la cosmogonía? Infórmese” le aconsejaba Dalí. La cosmogonía es la concepción del cosmos, el conjunto de mitos que intentan dar explicación al origen del Universo y Dalí se refiere sin duda con ello, dada su insistencia a alabar el descubrimiento en su época del ADN, el ácido desoxirribonucleico, a la síntesis evolutiva moderna que parte de los genes como unidad de evolución. Horas después de ver esta entrevista en youtube acudí al cine al estreno de Caótica Ana de Julio Médem. Una película que no ha tenido críticas especialmente buenas, sobre todo por su carencia de una estructura sólida, de lo que los críticos cinematográficos consideran “un buen guión”. Sin estar totalmente en desacuerdo con ese criterio, la crítica que me interesaría plantear aquí no se hace dentro de un campo específicamente cinematográfico sino que intenta abordar la obra como producto cultural y extraer, si cabe, las ideas expuestas en ella que permitan una relectura de problemas universales. Caótica Ana plantea ideas , tal vez demasiadas, de las que se puede partir para dicha tarea, y el vínculo Dalí – Médem, aunque azaroso, o precisamente por ello, ayuda. Realmente el tema de la reencarnación, que va de la mano de las teorías y experimentos del psiquiatra norteamericano Brian Weiss en las que de algún modo se basa Médem para elaborar el hilo narrativo del film, no es el tema. El tema más importante sugerido en la película es el de la genética como una adición de fuerzas constructivas y destructivas del ser humano dictadas por condiciones de supervivencia de la especie. Ana es un ser humano especial, esto es, que aglutina unas características de especie radicales. El mito de lo femenino habla a través de ella como fuerza originaria de la creación, sobreponiéndose y superando a las fuerzas de la destrucción, que son las de la división de raza, especie y territorio y en definitiva las de la guerra. La mujer ha sido tradicionalmente sometida a ese abuso de poder y soterrada, mantenida simbólicamente en un papel de “delicada presa” por miedo a su poder creador y sensible, visionario si se quiere, capaz de abrir su consciente a procesos subconscientes y, por ende, a su capacidad reveladora de fenómenos, como las sibilas de Delfos o las Brujas quemadas por el monoteísmo falocéntrico del crisitianismo. Pero Ana es un personaje moderno, imbuido en la idea moderna de la felicidad, exenta de la profundidad de lo religioso y próxima a la superficie, a lo superficial del mundo, algo que añade un matiz a su cadena genética. No siente la necesidad de morir para que otro algo nazca, hombres buenos que lleguen a cambiar su condición puramente procreadora de especie; Ana quiere vivir. Sin embargo, en su conquista de lo superficial puro ha de abrir las puertas de su subconsciente. No para dejar aflorar los traumas de su vida, las excrecencias que ya hace tiempo dejó atrás, y lo sigue haciendo, ni tampoco para abrirse quizás a un inconsciente colectivo jungiano, sino más bien a las fuerzas geométricas, proto-cósmicas, de su ADN; a la construcción singular y específica de su cuerpo. A través de él habla la voz de sus antepasados retorciéndose en la cadena genética. Y es en ese cuerpo donde el tener las uñas blandas o duras, la piel oscura o clara, tener una tendencia a escribir o a hacer música son meros atributos que no responden a una cualidad o valor de ciertos genes sobre otros sino a la consecuencia de unas condiciones hereditarias de supervivencia específicas. El arte de Ana, al igual que el de Dalí no estaría en estas aptitudes determinadas sino en su cosmogonía determinante, y en la apertura a que esta experiencia sustancial se manifieste a través de todos sus actos. Aquí es tal vez donde la película quizás falle, al no dejar rotundamente claro que ése es el verdadero tema, el tema de nuestras vidas. Algo parecido dice Bob Dylan sobre su disco Modern Times, afirmando que estos nuevos temas estaban sus “genes y no podía impedir que salieran. No tengo un montón de astrólogos diciéndome que va a suceder. Sólo hago un movimiento tras otro.” Tal vez sea este “hacer un movimiento tras otro” lo que nos permita situarnos en una superficie de acción liberada, en la medida en que nos dejamos ser, sin responsabilidad para con un yo trascendental sino para con unas condiciones de supervivencia actualizadas. NOTAS http://www.youtube.com/watch?v=Dqdajkx19g8&mode=related&search= Es interesante ver las anotaciones preliminares de Médem donde se exponen las ideas que construyen a los personajes y sus relaciones. www.juliomedem.org/caoticaana/Files/binomios_caoticaana.pdf Cine cinecriticaMedem