April 20, 2014December 20, 2019 Tan lejos, tan cerca: La palabra Me gusta ocultar mis sentimientos a los ojos de mis congéneres, sin que, no obstante, me esfuerce aprensivamente en hacerlo, lo que consideraría un gran defecto y una gran tontería. Robert Walser. El paseo. Mi convicción es la de que el artista, siendo el enemigo de la sociedad, por su propio bien debe de permanecer tan invisible como sea posible y ciertamente indistinguible del resto de la multitud. Paul Bowles. Without Stopping. Qué poco dicen a veces los hombres, que apenas dejan entrever restos de experiencias en sus cuerpos o en sus ropas. En especial los escritores, casi siempre camuflados, vestidos de un modo neutro, “indistinguibles del resto de la multitud”, y a los que solo un tipo de presencia singular nos hace reconocer que están ahí, en un cierto abismo existencial, colgados de la experiencia de los hombres. Pero también hay individuos capaces de decir tanto en su forma de mirar, de vestir, de moverse… No necesitan escribir una palabra pero están haciendo literatura viva, quizá pidiendo a gritos entrar en el imaginario colectivo, que alguien los inmortalice en alguna historia, que los retrate de un modo más o menos perfecto. En cualquier caso ellos son los verdaderos autores de su ficción, del modo en que hacen la experiencia algo visible, y leíble (aunque no necesariamente legible). Algunos condensan en el mercurio de su mirada una experiencia acumulada que permanece hermética. Historias que tal vez nadie contará a menos que lo hagan ellos mismos. Cuántos diarios habrá escritos conteniendo las experiencias más increíbles que cualquier hombre pueda vivir. Y aun así, aunque alguien los encontrara y sacara a la luz, ¿los convertiría eso en literatura? “Si hay un sueño que jamás me ha abandonado, haya escrito lo que haya escrito, es el de escribir algo que tenga la forma de diario…es el disgusto de mi vida, porque lo que me hubiese gustado escribir es eso: un diario total”[1]. Para Jacques Derrida la literatura es un acto de democracia radical pero también de una irresponsabilidad de la palabra. En el momento en que algo se lanza al mercado literario la huella de la palabra se escapa y se pervierte la relación entre el que escribe y un otro. Un experto de la perversión, Michel Houellebecq, lo sabe bien y huye de la huella personal, de lo diario cotidiano. Según él, se puede escribir a partir de las experiencias de otros, incluso mediante un corta y pega de Wikipedia. Es en el arte de la conexión de palabras y de los relatos donde se realiza el acto literario no en la palabra en sí, ni en su huella. La huella, como el inconsciente, no dice nada, es el simple resultado del peso específico de nuestra experiencia. Me pregunto si es necesario escribir físicamente para hacer literatura. William Burroughs intentó zafarse de la palabra, de ese virus que infecta conciencias con resonancias que nos condenan a repetir los mismos hábitos y a caminar los mismos senderos; construcciones que nos dicen es por aquí, o ese no es el camino. Junto con Bryon Gysin inventaron el cut up que es también el cut the crap: no necesitamos las estrellas para orientarnos porque no vamos a ningún sitio en concreto, nos movemos en renglones yuxtapuestos: danos una navaja y escribiremos nuestra historia. El cut up es solo una técnica de conexión pero según ellos es la ventana en la que se cuelan los acontecimientos por venir, las historias futuras. “When you cut into the present the future leaks out.”[2] Si es posible hablar sin decir nada, también es posible decir con silencio, sin decir ni mu [3]. La palabra es lo que únicamente lo que hay antes y después del silencio. En realidad es el silencio lo que da sentido a la palabra ya que si no hubiera silencios no serían posibles las definiciones y sin una definición una palabra sería inestable, un radical libre; podría significar lo que uno quisiera, como un vocablo del Jabberwocky. Es eso lo que Burroughs y Gysin buscaban, crear una organización de silencios que desmontaran las definiciones. La palabra es indisociable del sonido de su pronunciación. Reconocemos la palabra porque la hemos escuchado, ¿cómo si no habríamos de usarla? La voz es lo que hace que la palabra resuene en nosotros para que podamos recordarla. La palabra escrita carece de efecto sin el recuerdo, el eco de la pronunciación de los fonemas que la componen en nuestra memoria [4]. El autor se hace presente en el espacio intermedio, en las formas de silencio. Es precisamente en el silencio donde esa voz entra en escena, inadvertidamente, como cuando escuchamos el murmullo de Glenn Gould colarse en los silencios entre las notas de su piano. Lo que nos permite comprender el efecto y sentido último del texto –como si de una partitura se tratase- es el balbuceo mudo que le ponemos al leerlo, se trata de la música de la experiencia resonando en nuestros nervios. Por eso necesitamos el silencio para leer -es una forma de meditación y cuando algún otro sonido interfiere o alguien nos habla dejamos de escuchar esta voz, se trata de una interrupción atroz. DGC- The last words La palabra hablada pronunciada “correctamente” es esencialmente insignificante, tiene sólo un carácter instrumental; es una llave de paso, la apertura y el cierre de un intercambio. Sabemos que después de un gracias habrá un de nada, después de un hola vendrá un adiós y después de un buenas noches habrá un buenos días. Y si no es así es porque existe una fractura terrible por la que se pierde algo, tal vez todo. Es el lugar que habitan los ángeles de Wenders, tan cerca pero tan lejos del mundo [5]. Perdidos en el limbo, habitando en el mismo insoportable silencio posterior a las últimas palabras del piloto del Vuelo 370 de Malasyan Airlines: “All right, good night”… Nunca un mensaje tan aparentemente tranquilizador sonó tan terrorífico. Necesitamos escuchar la palabra, el Good morning, que abra la posibilidad de un nuevo día, para saber que existimos, que podemos oir -como a los pájaros al amanecer- la música de la experiencia. Que seguimos en el mundo de los que sienten y recuerdan las experiencias y necesitan expresarlas con palabras, como éstas. Publicado en SalonKritik ————- Notas [1] Jacques Derrida. Palabra. Entrevista con Catherine Paolett. [2] “Cuando cortas en el presente, el futuro se derrama”. William Burroughs. Break through the grey room). [3] Mu proviene de muttum, vocablo que designa el sonido que hace alguien con la boca cerrada y de donde proviene tambien mot, palabra en francés. [4] Las palabras son en realidad entidades mudas y si dicen lo hacen porque nosotros las hacemos (re)sonar en nuestra mente, como probablemente lo hagamos ahora mismo con estas palabras, que suenan gracias al lector con una voz que tampoco es la mía, porque incluso yo al escribirlas carezco de una. [5] Wim Wenders. Tan lejos tan cerca. “Ustedes… Ustedes a quienes nosotros amamos… Ustedes no pueden vernos… No pueden oírnos… Nos imaginan tan lejos y estamos tan cerca… Somos mensajeros…. para acercar a quienes estás lejos. Somos mensajeros… llevamos luz a la oscuridad”. Cultura Musica SalonKritik BurroughsculturaCut-UpMalasyan AirlinesDerridaDiarioexperienciaGlenn GouldGysinJabberwockyMichel HouellebecqPalabraWalser