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Troublemakers – La historia del Land art.

El Land art pudo parecer un movimiento nuevo en los años 60 y 70 pero en realidad es quizá la forma de arte más primigenia. Sus orígenes están en las enigmáticas construcciones de Stonhenge o las líneas de Nazca, formas simbólicas que utilizan la tierra como espacio de representación cuya experiencia puede ser obtenida desde una cierta distancia – cuando se contempla la organización, a menudo geométrica, en lo que parece ser un mensaje para alguien o algo que habita en lo superior-  o también desde dentro, como recorrido que ofrece una experiencia transformadora.

Del mismo modo se conciben obras emblemáticas contemporáneas como la Spiral Jetty de Robert Smithson o el Double negative de Michael Heizer. Si bien estas últimas carecen del componente religioso no obstante está presente en ellas un componente metafísico. Las obras adquieren su forma y se entienden como tales desde el aire pero su auténtico propósito es que sean vividas desde dentro, recorriéndolas. Es ahí donde estas adquieren un significado profundo como experiencia de la tierra, de sus estratificaciones, de la dimensión extraordinaria del tiempo geológico y de nuestra propia temporalidad, insignificante en comparación.

Troblemakers, the Story Of Land Art, que se estrena actualmente en el IFC Center de Nueva York ofrece una visión de estos años de emergencia del Land art y sobre todo del grupo de artistas que más trabajaron con obras de estas dimensiones como Robert Smithson, Michael Heizer, Walter de Maria o Nancy Holt, narrada por críticos y artistas, compañeros coetáneos  como Germano Celant, Carl Andre, Vito Acconci o Lawrence Weiner.

En una época de desmaterialización de las prácticas artísticas, como Lucy Lippard diagnosticó ( Lucy Lippard. Seis años: La desmaterialización del objeto artístico de 1966 a 1972, Akal. ), los artistas que protagonizan este documental se dedican a materializar sus obras de un modo colosal en los vastos espacios del suroeste americano y que, al igual que la obra de los artistas conceptuales, reta los límites de la galería y ofrece un resultado con el que resulta prácticamente imposible comerciar. La tensión hacia una concepción expandida del espacio de trabajo como la propia corteza terrestre hace que los artistas buscaran ese tipo de espacios de dificil acceso y que su visita requiere un auténtico “peregrinaje”. Es quizá en este periodo, y por esta razón, cuando la fotografía con valor documental y de testimonio de la obra adquiere relevancia y protagonismo como el único resultado que es posible mostrar en la galería y por lo tanto comerciar con él. Pero además de esta función testimonial, es indudable que la majestuosidad de las obras de Land art hace posible tomas fotográficas de gran belleza que posibilitan una re-formalización de las obras en un medio diferente como es el fotográfico. Ejemplo de ello son las fotografías de la Spiral jetty de Smithson, del Double negative de Heizer o del Lighting field de Walter de Maria.

Es importante señalar el importante papel que cumplió Virginia Dwann, filántropa y mecenas que financió muchas de las obras de estos artistas y creó la emblemática Dwan Gallery en NY (1965, 1971) que cumplió un papel vital en la expansión del Land art así como del Minimal y el Conceptual Art. También cabe destacar la importancia de la revista Avalanche, una publicación hecha por artistas y para artistas publicada en NY desde 1970 a 1976 por Willoughby Sharp y Liza Béar. La intelectualización de las prácticas artísticas se hace patente en este periodo y va más allá de una teorización del arte – supone una extensión del trabajo artístico como proceso intelectual y artistas como Robert Smithson complementan su trabajo visual con emblemáticos textos que serían consideradas como valiosas aportaciones no solo dentro del territorio de la crítica y teoría del arte sino de la propia práctica.

Polvo

¿Qué tiene que ver el polvo con nosotros? Tal vez demasiado, tal vez todo.

Desesperados limpiamos el polvo para no respirarlo, para no contemplar su acumulación, un signo de abandono y decadencia. Pero el polvo es la materia que nos mezcla con el mundo, es en sí la propia mezcla. Leo en la magnífica descripción del polvo de Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Polvo ) que aproximadamente el 70 por ciento de la composición del polvo doméstico son células muertas de piel humana. Tal vez sea por eso que vulgarmente se use la expresión “echar un polvo”, a la atmósfera imagino por la fricción intensa de los cuerpos.

Siempre me ha parecido fascinante el momento en que un rayo de sol atraviesa la habitación y podemos ver la densidad de partículas de polvo del aire. Dicen que Keith Richards se esnifó las cenizas de su padre pero nosotros nos esnifamos los unos a los otros inconscientemente todo el tiempo. Partículas que viajan, que transportan sensaciones, que contagian.

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El polvo que contiene lo esencial de la vida: semillas y sustrato terrestre, barrido por el viento en los campos de America en los años 30 y provocando la escasez nacional. Lo que se llamó el Dust Bowl. Todo el sustrato fértil de los campos americanos fue a parar al océano Atlántico. Terroríficas tormentas de polvo fértil recorrieron el país por carecer de vegetación que frenara el viento en los gigantescos campos de cultivo del Medio Oeste.

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Los Dustbowl blues que cantaba Woody Guthrie:

http://www.youtube.com/watch?v=dkAxuqrVNBM&feature=related

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Al polvo vamos y del polvo venimos. Las cenizas a las cenizas y el polvo al polvo. Nuestro cuerpo atomizado es devuelto a la materia polvorienta que se hace roca y se erosiona. Siempre en el medio, entre la superficie y el aire, parte indistinguible de los dos.