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EDUCACIÓN ELEMENTAL

El mundo nuevo, el renovado, si tiene que existir, no conocerá más que la escuela elemental para las masas y la universidad para los individuos, se habrá librado de un agarrotamiento de siglos” Thomas Bernhard. El origen
“You don’t need a weatherman To know which way the wind blows” Bob Dylan. Subterranean homesick blues

Es necesario hacer una revision de la idea de educación que cada vez está más alejada de planteamientos humanistas y dirigida hacia una especializacion enfermiza. Estados Unidos representa una paradoja al respecto pues es paradigma de la especialización pero también del conocimiento pragmático que nos acerca a lo elemental de la experiencia. Es el periodo de la educación secundaria, ese “en medio” que conforman todos esos años de instituto dedicados al arte de perder el tiempo de la forma mas ruidosa posible los que me preocupan. Porque como dice Bernhard parten de un modelo que embrutece y corrompe, y a lo que yo añado que fuerza la mezcla imposible, emparedada, de pubertad y desidia que sobreexcita los jóvenes y exaspera al profesorado.

Tiene que haber otro modelo posible. Es momento de plantearlo, especialmente ahora que los presupuestos no dan casi para mantener la maquinaria de un sistema que solo sirve como prueba fatal de resistencia de la salud psicológica de los jóvenes y de su red/colchón familiar ante una sociedad con funciones muy poco definidas y sin dirección. Tal vez haya que reconsiderar el humanismo, actualizar sus valores, rescatar el modelo multidisciplinar de los hombres y las mujeres del Renacimiento. Volver al hombre y su potencial, volver a la tierra y lo que nos hace parte de ella. Dotar de valor a la experiencia independientemente de que función vayamos a desempeñar y sobre todo definir el tipo de sociedad que queremos, una que construye o una cada vez mas corrupta y antinatural.

LOS AÑOS BLANDOS

Ya no puedo pensar lo que quiero. Las imágenes movedizas sustituyen a mis pensamientos”
Georges Duhamel *
Me despierto, casi sobresaltado, con un pensamiento suministrado por el desvelo del sueño como si se me revelase una verdad que parece que hace tiempo hubiera olvidado. Se trata de una sensación abstracta, relativa al tiempo en el que vivimos y que, cual representación daliniana, me hace sentir la experiencia cultural actual como algo blando y sobre todo caracterizada por una profunda carencia de contenido.
Me hace pensar en los años en los que empecé a estudiar y cómo los discursos sobre la crisis del sujeto seguían teniendo absoluta vigencia en las exposiciones artísticas de aquellos años (mediados de los 90). En cómo lo filosófico y lo político en relación con el sujeto post-moderno definían el sentido de lo cultural otorgándole una relevancia específica (que, por otro lado, nunca fue suficiente, ni mucho menos) y unos, podríamos decir, “requisitos mínimos” a la hora de plantear una manifestación artística.
Hoy en día, el problema filosófico del sujeto parece haberse resuelto, pues nadie ya cuestiona su estatus. Pero no por haber muerto, como proclamara la postmodernidad. El sujeto es hoy un ente diseminado en individualidades diferenciales. Vive, pero lo hace aislado, pues los que se ha destruido no es la idea de sujeto sino los vínculos filosóficos, políticos y materiales –en sentido marxista- que propiciaban la identificación con otros sujetos y por tanto la producción de soluciones simbólicas, de obras de arte con alto contenido revolucionario.
El sujeto contemporáneo es un sujeto múltiple y diferencial pero no siguiendo el modelo deleuze-guattariano del rizoma sino enraizado, como retorno edípico, al padre capital y a su lógica de afinidad temporal rentable. La filosofía, la política, el discurso, han cedido ante lo tecnológico y su producción narcotizante de imágenes. Es por esto que cada vez hay menos filósofos interpretando los movimientos sociales contemporáneos, que éstos han cedido tribuna analítica a psicólogos, científicos e incluso diseñadores de moda.
Es ciertamente increíble observar como la calidad de la imagen ha sustituido al contenido cobrando una autonomía inaudita en la definición del valor de los productos artísticos. Todo es imagen con breve fecha de caducidad. Comparemos por ejemplo cualquier película de Fassbinder con A single man de Tom Ford, por citar dos películas que problematizan la sensibilidad homosexual diferencial. El preciosismo de la segunda cobra relevancia como obra de arte pero al poco tiempo se convierte en pastiche inoperativo. La obra de Fassbinder por otro lado deja a un lado lo estético como resultado de una puesta en obra de lo político. Resulta paradójico que sea esta estética la que prevalezca y se reutilice en obras de arte y música actuales y que sea lo político lo que se deseche ahora como pastiche.
Esta penosa lógica de adscripción estética reina en casi todos los ámbitos de la producción artística actual. Desde la programación de los museos a la elección de figuras emergentes al diseño de los contenidos editoriales todo esta mediatizado por una lógica de pertinencia estética dictaminada por unos principios tan sumamente evidentes que resultan indignantes. Entre ellos:
-La fe ciega a los dispositivos neotecnológicos
-La información (cuanta más mejor) de todo lo que aparece o puede aparecer en el mercado.
-La juventud (id est – potencialidad para ser manipulado)
Que nadie hable aquí, ni que se le ocurra, del problema del sujeto (a riesgo de ser tachado de majara).
No se, quizá hay algo de nostalgia en este sueño vespertino que intento relatar, pero también hay reclama profunda, no soy el único que lo hace, de obras que vuelvan a instaurar, a recuperar, si se quiere, unos principios que en cierto momento parecieron quedar asentados como claves en el fenómeno artístico y éstos pasan por la crítica de cualquier posición blanda ante la experiencia. El tiempo, el sujeto, la muerte, lo político (más importantemente quizás que nunca) siguen siendo temas irresolutos, tal vez irresolubles, pero que desde mi punto de vista son los únicos a través de los cuales el arte puede recuperar valor alguno como herramienta de conocimiento profundo.

Europa 2011

Publicado originalmente en SalonKritik

“You will now listen to my voice.You will want to wake up, to free yourself of the image of Europa. But it is not posible”. Lars Von Trier, Europa.

Toda una generación ha sido educada en torno a una imagen Europa de la que ya es imposible desprenderse.

Europa, como todas las identidades nacionales o supranacionalidades ha demostrado ser una mera imagen, un producto del poder para explotar riqueza material y humana. Mediante múltiples campañas y “proyectos culturales” se nos vendió Europa como un gran escudo protector que nos haría fuertes y competitivos económicamente, nos ofrecería ventajas insólitas a nivel laboral y nos otorgaría una nueva identidad moderna y prospera, el reverso intelectual y plural de la capitalista, desalmada cultura americana. El futuro está en Europa, nos decían.

Ahora nos damos cuenta de que todo era una fantasmagoría diseñada por la clase política y que las posibilidades laborales siguen ligadas a otras barreras o formas de exclusión mas sutiles e interesadamente sostenidas como son la lengua y la homologación oficial de títulos, diplomas y certificados de habilitación laboral. Por no hablar de la ausencia de convenios en los sistemas bancarios, redes telefónicas y un sin fin de materias de interés para los supuestos “ciudadanos europeos”, que son quienes en ultima instancia han pagado las medidas que han proporcionado ventajas a empresas y políticos. No así a los ciudadanos a los que tan sólo se nos ha concedido el titulo imaginario de un club con derechos imaginarios.

No sólo se ha pagado ese negocio privado llamado Europa con trabajo y dinero público, también se ha pagado colectivamente con moneda cultural. Hemos vivido el desmantelamiento o remodelación de instituciones como la Universidad adaptadas a planes como Bolonia, sistemas de créditos, masterización y privatización de la enseñanza con el fin de imitar modelos americanos pero cuyos contenidos difieren, permanecen sin homologar o carecen en definitiva de cualquier sentido práctico por mucho que esto sea el reclamo de dichos planes. Hemos vivido años en la inopia, creyéndonos bien guiados por el estado del bienestar cuando en realidad estábamos dando vueltas en círculo, como rueda de molino mientras otros cocían y se repartían el pan.

Desde la distancia, puedo ver nítidamente el desajuste de toda una generación, la mía propia, que se ha visto involucrada en proyectos falsamente humanistas de los cuales sólo atesoramos preciados recuerdos fragmentados y breves encuentros y amistades con otros europeos. Queridos extranjeros que han vivido también a su manera el tremendo desplazamiento -a la deriva- de nuestras culturas.