November 13, 2016December 20, 2019 Momentos de consciencia de un magnetoscopio. << Rewind. Un accidente Cuando tenía 7 años un accidente me obligó a pasar un tiempo en cama, sin poder correr ni practicar deporte o jugar a los juegos enérgicos propios de esa edad. Fue quizá ese tiempo en el que se formó en mí una cierta separación del resto, una pequeña burbuja, una forma de conciencia pensativa dirigida hacia el interior que presumo tuvo que ver en el desarrollo de mi carácter y formas de relación e identificación. Esa burbujita o bien estalló en cierto momento o me ha engullido por completo, lo cierto es que ya no se quién es ese niño del que estoy hablando. Lo que queda de él son algunas fotografías, cicatrices que atestiguan el efecto de una herida y memorias borrosas, las propias y la de mis familiares, que evocan un recuerdo esbozado pero aparentemente suficiente para generar una ilusión de identidad. >> Fastforward. El desierto de lo real. Trato de dar cuerpo a la ilusión, de encontrarme con la identidad, y obtener la recompensa de cierta afectación nostálgica. Camino por las calles donde pasé mi infancia que son elementos importantes de la arquitectura, o mejor dicho, la escenografía de la memoria. Las contemplo como si algo increíble fuera a suceder, con la intensidad paroxista de quien está a punto de sentir algo maravilloso pero que no llega a producirse. Es una experiencia fatigosa que, admitámoslo, llega a hacerse aburrida. Al vivir desde hace tiempo en un otro lugar, lejano, mi identidad se ha despegado no solo del territorio sino de muchas otras equivalencias que a veces mantenemos para salvaguardar la integridad del yo. La nostalgia me parece una recompensa insuficiente, como una droga que de tanto abuso resulta inefectiva; un simple caramelo, el sustituto banal de una experiencia de turismo emocional. Por contra me siento invadido por la sensación de ser un extranjero en mi propia tierra, fascinado por todo lo que me ha dejado de ser familiar, las facetas culturales que el hábito me incapacitaba ver. Me siento quizás más cómodo con la figura anónima del extranjero y descubro una habilidad inédita para convertir todo instante en un momento de cierta revelación, el aprendizaje de algo que a mi yo local le habría pasado desapercibido. Sobre todo me divierte de ello la subversión de ciertos procesos identitarios que en algún momento figuré como estables, incuestionables. Pero algo amenaza esta sensación anónima: percibo un cierto miedo a reconocer o ser reconocido por un otro, el temor de hacer frente a los efectos de mi permanencia o no en los recuerdos de otros que en algún momento sin duda conocí. Es una experiencia dura ver como a quienes deseabas reconocer en los espacios junto a los que te situabas mentalmente puede que no sientan lo mismo, que realmente te han olvidado, que para ellos tu ya no eres parte de esa memoria-lugar. También es duro darte cuenta de que has olvidado a algunos que aun te recuerdan y sientes la terrible sensación de que no tienes nada que devolver a ese afecto, a esa memoria que ahora se entrega como un regalo. Una memoria de la que para algunos sigo siendo parte, una pieza más, por minúscula que sea, que conforma una cierta ilusión de pertenencia al lugar. Me inquieta el pensar que seguimos estando, de un modo factual, no meramente simbólico, allá donde somos recordados. * Rec. El lenguaje como constatación de la pérdida. El cabezal de grabación es una cabeza borradora, registra pero también borra. La memoria es selectiva y recordamos con mayor intensidad lo que se conecta más profundamente con nuestro deseo. Una información que a veces sale al exterior como fuga, cuando menos lo esperamos, cuando se genera el canal adecuado que reestablece la escenografía de la memoria. En los sueños, quizá… En momentos de apertura al subconsciente, quizá en las últimas palabras de un moribundo… Rosebud. En el documental Alive Inside se muestra como el efecto de la música tiene la capacidad de generar una vía de comunicación para pacientes con alzheimer. De algún modo éstos pueden reencontrarse con los recuerdos que ciertos sonidos o canciones reestablecen en su conciencia. Esto da a los familiares la opción de poder volver a comunicarse con ellos con una cierta garantía de reciprocidad en el entendimiento y el reconocimiento mutuo. Ese reconocimiento del otro guiado por patrones identitarios viene siendo considerado una prueba de que existimos puesto que habitamos en la memoria de los que nos rodean. Lo que queremos recuperar de los familiares no es solo su capacidad para articular sus emociones, sino también para reestablecer aquello que nos une a ellos en un ejercicio de reconocimiento mutuo en un mismo plano de existencia. Resulta intolerable sentirnos extraños en el plano de existencia de nuestros seres más queridos, con los que más hemos compartido, sentimos una enorme injusticia, un desequilibrio de memorias y de afectos. Un vacío atroz por el que nuestra memoria no encuentra recipiente alguno en la que ser depositada. <> Pause. La potencia de un impasse. Camino por una gran ciudad y veo a una persona sin hogar hablando sola. Automaticamente elimino cualquier posibilidad de interacción. Pienso que resultaría difícil, si no imposible, conectar o verificar que cualquier cosa que le dijera sirviera como elemento de construcción de identidad. Para él posiblemente no soy más que un extraño que puede ofrecerle algunas monedas, para mi se trata de una persona que, con bastante probabilidad, ha vivido experiencias traumáticas terribles y con la que resultaría imposible cualquier interacción que no conlleve una cierta condescendencia. Esa persona vive en su ficción, yo en la mía y me parece dificil, al menos en este momento, hacerlas confluir. Pese a ello nuestras miradas se cruzan en un fugaz instante, en un impasse. En el eco de esa micro interacción se puede escuchar una pregunta que nos lanzamos el uno al otro: ¿por qué tu y no yo? Cuando llego a casa me miro en el espejo y pienso que todo lo que me separa de ser él, lo que define mi identidad es un país en guerra que defiende la ilusión de la autodeterminación, de la libertad, la pertenencia a un determinado orden simbólico. Sin embargo hay algo que nos une que, con toda probabilidad, es el sometimiento a la tiranía permanente de la satisfacción del deseo. >Play. All tomorrow’s parties El placer del cuerpo es un placer efímero que de algún modo esquiva a los efectos de conciencia. Todo se convierte en puro juego, dejamos de ser guiados por la forma en que nos comportamos al hacia el exterior, la forma en que nos exponemos al recuerdo. Dejamos de un lado lo que creemos ver en los otros y nos abrimos a lo que somos capaces de ver y hacer ahora mismo. Hay una conexión muy cercana al instante, casi podríamos decir que, en su extensión artificial, a base de sustancias, conlleva una suerte de jetlag y es aquí donde se cumple su efecto secundario. La resaca es ese momento en el que el instante nos alcanza en toda crudeza sin un cuerpo en condiciones de recibirlo. Estuvimos tan cerca del instante que agotamos el futuro. No queda prácticamente recuerdo de la experiencia, solo una pobre interpretación, relectura de un pasado que nunca fue. Solo hubo instante. # Stop. Cementerio de esplendor. ¿Qué es lo que muere? Lo que nos separa de ser un cuerpo sin vida son apenas algunas imágenes más que registrar, un número incierto de respiraciones, un número indeterminado de latidos de corazón; lo que nos separa de la muerte es sin duda el ritmo. Pero entonces se podría pensar que la consciencia, sin cuerpo, sin memoria, no es ya sino un puro vibrar, y ese vibrar nunca cesa, simplemente se transfiere a otro lugar. Y nuestro trabajo más importante no es sino el de permitirlo transferirse. Stop, muerte, son solo palabras. En realidad el detenimiento es una ficción contenida en los límites de la burbuja, o de la cinta magnética, al igual que la memoria, y el recuerdo que ahora mismo tengo de mí mismo, del niño que escribió este texto mucho antes que ahora, de un accidente que no detuvo este texto sino que, más aún, lo generó. + + + Crisis Cultura ConscienciaIdentidadlenguajeTiempo