September 18, 2013December 20, 2019 La educación del des-artista Sobre el libro “La educación del des-artista” de Allan Kaprow. Ardora 2007.Edición de Armando Montesinos y David García Casado. Extracto de la presentación del libro, publicado en e-limbo Parece pues muy apropiado ahondar en los aspectos pedagógicos de este proceso a través de una “educación de des-artistas”, de artistas que no necesitan de esa categoría en absoluto para establecer relaciones de intercambio artístico, es decir, relaciones que cuestionen o rediseñen radicalmente los modos que tenemos de utilizar las imágenes y signos que nos rodean, actualizándolos. Kaprow siempre insistió en el mantenimiento de una tendencia experimental hacia la vida. Para Kaprow el verdadero artista debería de indicar la fuente energética o simbólica en la que se basa su trabajo compartiéndola, si esa es su voluntad, asumiendo las consecuencias espacio temporales- y por tanto de experiencia- de la misma, y no sintetizándola en forma de producto inocuo en una “obra de arte,” lista para ser incluida en la exposición de una galería o museo, o cualquier otro formato institucional. El arte contemporáneo, en su respuesta intermedial, diría Kaprow “no puede esperar por la nueva arquitectura” que habría de adaptarse a sus formatos. La actividad artística se desarrolla en un “campo expandido” (por citar la conocida expresión de Rosalind Krauss) que comprende diferentes plataformas de publicación, no necesariamente vinculadas a un campo cultural específico. Por poner un ejemplo que viene al caso, el precioso libro de Eva Lootz que presenta también Ardora, es una obra de arte (puesto que ella es una artista) presentada en formato libro a través de una editorial. Pero, ¿es literatura, ensayo… o se trata quizás de eso que llaman –de un modo bastante absurdo- un “libro de artista”)? Siendo sensatos, ¿qué importancia tiene su denominación? Las obras de arte no son unidades estéticas listas para ser consumidas y clasificadas en géneros o estilos. Un individuo que desarrolla un proceso activo de conocimiento crea sus propios mapas, sus propios hitos (que pueden coincidir con los que afectan en un momento dado a una colectividad o no) y genera respuestas estéticas que pueden ser llamados o no arte. Pero eso no es realmente importante, lo importante es que reflejen un uso activo de una educación simbólica recibida y que planteen, quizás, nuevas formas de abordar las experiencias: de mirada, de lectura de códigos, de escucha, o las formas híbridas de la experiencia, que son la mayor parte de ellas. Estas respuestas, que, como ya hemos mencionado, Kaprow llamaba intermediales, no necesitan la etiqueta ARTE, es más según él los objetos que poseen tal denominación contienen –y le cito textualmente- “hábitos altamente sofisticados”. El objetivo de tales respuestas no es alcanzar un grado se sofisticación tal que los eleve como forma de arte sino, lo que es mucho más importante, ser útiles por ofrecer medios para el conocimiento de los procesos de experiencia; o si no por ofrecer medios, simplemente por mostrar indicios certeros del curso de los acontecimientos. Tal vez sea esto lo que lleva a Kaprow a afirmar ya en 1970 en “La educación del desartista”: Que el módulo lunar LM es patentemente superior a cualquier otro esfuerzo escultórico contemporáneo; Que la retransmisión del intercambio verbal entre el Houston y los astronautas del Apollo 11 fue más interesante que cualquier forma de poesía contemporánea; Que ciertas grabaciones por control remoto de las vidas de familias que viven en guetos, filmadas (bajo su autorización) por antropólogos, son más fascinantes que los “fragmentos de realidad” tan alabados por las películas underground. etc. etc. Arte Crítica Cultura e-limbo